Puebla sin anuncios

En este espacio propongo algo sencillo: quitar todos los anuncios, toda la publicidad de las calles de Puebla.

Alrededor de esta propuesta hay una idea de ciudad, de lo que quisiera que fuera esta ciudad en la que nací y vivo. Estoy recabando textos, ideas e imágenes para pensar con otros la ciudad. Lo que debiera ser una ciudad. Lo que queremos que sea Puebla y lo que no queremos para ella.

Hay mucho qué decir, anímate: decirlo ya es hacerlo real.


Escribe tus comentarios directamente en cada texto del blog.

Si tienes un texto que quisieras publicar en el blog mándamelo y lo subo de inmediato. Sólo que de plano a mi juicio no venga al caso no lo subiré. De otra manera aquí lo verás, digas lo que digas.



Si quieres comunicarte directamente conmigo mi dirección de correo es escalera@profetica.com.mx


José Luis Escalera



viernes, 31 de agosto de 2007

Sao Paulo, ciudad sin anuncios

Por: David Evan Harris


Sao Paulo, la cuarta ciudad más grande del mundo y la más importante de Brasil, se convirtió este año en la primera ciudad fuera del mundo comunista en poner en práctica una prohibición radical a toda publicidad exterior. Conocida por un lado por ser la capital comercial del país y por el otro por sus elevados niveles de violencia, criminalidad y pobreza extrema, la “Lei Cidade Limpa” o ley de ciudad limpia fue un éxito inesperado para los habitantes de la ciudad en parte debido a la extraordinaria energía mostrada por su alcalde, el conservador Gilberto Kassab.
Principal impulsor de la medida, Kassab calmó la rebelión de la industria de la publicidad con la ayuda de aliados fundamentales entre las elites de la ciudad. En varias ocasiones Kassab declaró que no tiene nada contra la publicidad en sí misma, solamente contra sus excesos: “La ley de ciudad limpia vino de la necesidad de combatir la contaminación… contaminación del agua, del aire, sonora y visual. Decidimos entonces que debíamos empezar a combatir la contaminación en el sector más evidente: la contaminación visual, ” explicó Kassab.
Desde entonces anuncios espectaculares, pantallas gigantes de video, anuncios en autobuses, pendones en los postes y otros tipos de publicidad exterior han sido eliminados rápida y totalmente. Hasta el volanteo se ha vuelto ilegal en espacios públicos y nuevos reglamentos han reducido rigurosamente las dimensiones de los letreros que cada tienda o local comercial puede mostrar en su fachada.
En el afán de Sao Paulo por limpiar su paisaje el Ayuntamiento local ha emitido multas por cerca de ocho millones de dólares desde que la ley entró en vigor.
Un gran perdedor en la medida ha sido Clear Channel Communications. Nuevo en el mercado brasileño, la compañía había comprado una subsidiaria junto con los derechos para participar sustancialmente del mercado brasileño de publicidad exterior. Semanas antes de la prohibición, Clear Channel lanzó una campaña apoyando la publicidad exterior con slogans desesperados que no llegaron a impactar a los ciudadanos de Sao Paulo: “Hay una nueva película en los espectaculares -¿cuáles espectaculares? La publicidad exterior es cultura”.
A pesar de los retos legales planteados por las empresas que no han retirado sus anuncios en la calle, se han retirado más de 15,000 anuncios, lo cual le da una apariencia como de campo de batalla a la ciudad, con las marquesinas vacías, marcos y anuncios a medio desmontar y fachadas recién pintadas.
Aunque todavía es difícil predecir si esta medida podrá ser replicada en otras ciudades del mundo, es un hecho que en Sao Paulo el éxito es rotundo: las encuestas muestran que la medida ha sido muy popular entre los habitantes, con una aprobación superior al 70%.
A pesar del materialismo y del consumismo imperantes, de la enorme violencia que azota la ciudad y de otras fuentes de contaminación que la amenazan, estos problemas se irán desarrollando al menos en un entorno visual mucho más agradable.





Publicado en Adbusters, número 73, septiembre octubre de 2007
Traducción: José Luis Escalera

martes, 28 de agosto de 2007

Caribe añorado


por José Luis Escalera


Cuando veo en la tele las imágenes de los huracanes destrozando implacables todo lo que se cruza en su camino no puedo dejar de sentir envidia por las ciudades que abaten puntuales año con año. ¿Por qué no llegarán los huracanes al altiplano mexicano? Un Katrinazo en Puebla, me digo, de seguro acaba con los anuncios espectaculares, esa modalidad del horror que el consumismo, el mal gusto y el dineral que producen han hecho omnipresentes en Puebla.
No pierdo las esperanzas de que algún improbable nieto un día se compadezca de mi cuando descubra en alguna vieja foto del 2007 que su abuelo veía el azulísimo cielo poblano entre anuncios de cinemark, gobernadores-preciosos-besando-viejitos, cementos-tolteca y toños-sánchez-para-alcalde (si es un anuncio exclusivo para los militantes activos de su partido, ¿por qué a todos los demás nos tiene que tapar también la vista?) como yo compadecí al mío hace pocos días cuando una afortunada remodelación de los portales me descubrió con horror que los fantásticos menjules que le preparaba Agustín los tomaba bajo anuncios pintados en las trabes portaleras que le taladreaban mejor-mejora-mejoral,bonos-del-ahorro-nacional, joyería-la-princesa. Al fondo, supongo, la vista de los fresnos del zócalo y la cúpula entalaverada y palafoxiana le daban ánimos para no amargarse la vida y poder conversar con sus amigos de cómo quitar ésos horribles anuncios y otros más que afortunadamente ya no se ven en el centro, entonces la única Puebla que había. Y no las pierdo porque ver la Malinche sin estorbos desde la ciudad antigua y limpia de anuncios también me anima a pensar y platicar con los pocos amigos que me quedan y soportan mi rollo que algún día los anuncios espectaculares –y los anuncios banqueteros, los de los camellones y los parques, los de las esquinas y los postes, los de las bardas, ¡los de los árboles¡, todos los anuncios que arruinan los espacios públicos, el cielo incluido- ya no los sufrirán nuestros improbables nietos.
Y es que si el centro se salvó de los anuncios porque hasta la estupidez parece tener límites, y eso a veces, el resto de la ciudad no corre con tanta suerte: ni la UNESCO ni nadie en su juicio declarará patrimonio de nadie la torre del milenio ni los centros comerciales que crecen como ventosas por todos sus alrededores. Entonces llenar ahí todo espacio con anuncios parece no atentar contra nadie. Sólo contra nosotros mismos. Sin apelar a instancia externa alguna, sólo porque queremos vivir en una ciudad limpia desde la que se puedan ver los volcanes y las nubes, el cielo y los camellones con pasto, nuestras casas y edificios tal cual, por feos que sean, quitemos los anuncios. Todos. No seríamos los primeros, hay ciudades y hasta estados completos en Europa y los E.U. que prohíben los anuncios. Sao Paulo, la cuarta ciudad más grande del mundo, lo hizo el año pasado y hasta nuestro Distrito Federal, ejemplo de lo que no hay que hacer en tantos temas de urbanismo, está metido fuerte en el tema: ya no se ven estos monstruosos anuncios en el anillo periférico. Hay que verlo para creerlo. Y gozarlo.
Es posible, me digo y les digo a mis amigos, si con suerte, mejores poblanos y mejores políticos nos proponemos recuperar la ciudad con su paisaje, las vistas a los volcanes, la paz que un sencillo muro encalado y un jardín con pasto proporcionan.
Pero los omnipresentes anuncios no se pueden tapar con un plafón, estamos salados, los mejores políticos no se vislumbran ni el desastre ambiental hará que entren huracanes a Puebla.