Puebla sin anuncios

En este espacio propongo algo sencillo: quitar todos los anuncios, toda la publicidad de las calles de Puebla.

Alrededor de esta propuesta hay una idea de ciudad, de lo que quisiera que fuera esta ciudad en la que nací y vivo. Estoy recabando textos, ideas e imágenes para pensar con otros la ciudad. Lo que debiera ser una ciudad. Lo que queremos que sea Puebla y lo que no queremos para ella.

Hay mucho qué decir, anímate: decirlo ya es hacerlo real.


Escribe tus comentarios directamente en cada texto del blog.

Si tienes un texto que quisieras publicar en el blog mándamelo y lo subo de inmediato. Sólo que de plano a mi juicio no venga al caso no lo subiré. De otra manera aquí lo verás, digas lo que digas.



Si quieres comunicarte directamente conmigo mi dirección de correo es escalera@profetica.com.mx


José Luis Escalera



martes, 26 de febrero de 2008

Consumismo vs consumo

El "consumismo" es un tipo de acuerdo social que resulta de la reconversión de los deseos, ganas o anhelos humanos (si se quiere "neutrales" respecto del sistema) en la principal fuerza de impulso y de operaciones de la sociedad, una fuerza que coordina la reproducción sistémica, la integración social, la estratificación social y la formación del individuo humano, así como también desempeña un papel preponderante en los procesos individuales y grupales de autoidentificación, y en la selección y consecución de políticas de vida individuales. El "consumismo" llega cuando el consumo desplaza al trabajo de ese rol axial que cumplía en la sociedad de productores. El consumo es fundamentalmente un rasgo y una ocupación del individuo, mientras que el consumismo es un atributo de la sociedad.


Zygmunt Bauman, Vida de consumo, FCE, México
Tomo de un comentario publicado en el blog de José de la Colina en Letras Libres este gran poema de Fernando Pessoa usando unos de sus heterónimos que más me gustan, podría ser el himno de Puebla sin anuncios, si todavía se escribieran himnos y la gente los memorizara y los cantara:
(…) Porque soy del tamaño de lo que ven mis ojos
y no del tamaño de mi altura.
En las ciudades, la vida es mas pequeña
que aquí en mi casa sobre la cima de una colina.
En las grandes ciudades los edificios
cierran nuestra vista con un candado,
encogiendo el horizonte,
empujando lejos nuestra mirada de cada cielo.
Y nos volvemos pequeños,
por que las ciudades se llevan
todo lo que nuestros ojos podrían dar.
Y nos empobrecen, porque nuestro único tesoro
es ser capaces de ver.

Alberto Caeiro, Guardador de Rebaños

No me consuela pero somos muchos con el mismo mal

Google me trajo la sorpresa de encontrar en el blog de José de la Colina en Letras Libres varios comentarios sobre la contaminación visual en Querétaro, DF, Guadalajara y Monterrey: todos se quejan de lo mismo.

Por supuesto que propongo no sólo una Puebla sin anuncios sino un México sin anuncios o ya encarrerados: un Mundo sin anuncios. Como me gusta el slogan ecologista piensa global actúa local, me limitaré a machacar por una Puebla sin anuncios, pero debo confesar que me sentí acompañado enterándome de horrores parecidos al que sufrimos los poblanos. Y es agradable saberse acompañado.

Si alguien lee este blog, dése una vuelta por: http://www.letraslibres.com/blog/blogs/index.php?title=iespectaculares&more=1&c=1&tb=1&pb=1&blog=7

domingo, 24 de febrero de 2008

El glamour

La fascinación (mejor conocido como glamour) es un invento moderno. No existía en el apogeo de la pintura al óleo. Las ideas de gracia, elegancia y autoridad apuntan a algo similar, pero fundamentalmente distinto.
La fascinación no puede existir sin que la envidia social de las personas sea una emoción común y generalizada. La sociedad industrial que ha avanzado hacia la democracia y se ha detenido e medio camino es la sociedad ideal para generar una emoción así. La persecución de la felicidad individual está reconocida como un derecho universal. Pero las condiciones sociales hacen que el individuo se sienta impotente. Vive en la contradicción entre lo que es y lo que le gustaría ser. Entonces, o cobra plena conciencia de esta contradicción y de sus causas, y participa en la lucha política por una democracia integral, lo cual entraña, entre otras cosas, derribar el capitalismo; o vive sometido continuamente a una envidia que, unida a su sensación de impotencia, se disuelve en inacabables ensueños.
Esto permite comprender que la publicidad siga siendo creíble. El abismo entre lo que la publicidad ofrece realmente y el futuro que promete corresponde al abismo existente entre lo que el espectador-comprador cree ser y lo que le gustaría ser.
John Berger, Modos de ver, Editorial Gustavo Gili, Barcelona

viernes, 15 de febrero de 2008

Nuevos presidentes municipales

Puebla sin anuncios nació en agosto del año pasado porque no quería morirme de un coraje y tenía que canalizar mi enojo y mi tristeza, protestar y hablar en contra de esta peste que odio y me afecta. Lo he hecho con pocas esperanzas de que se tradujera en cambios en las políticas públicas sobre el tema. Como buen mexicano que no ha huido al otro lado o anda en busca de hueso o contrato gubernamental (especie en extinción) , estoy absolutamente desengañado de nuestros políticos. No creo en ellos ni espero nada de ellos. Ni les pido ni les doy, trato de verlos y oirlos lo menos posible. Con algunas excepciones, los desprecio.
Total que este blog lo hago para desahogarme, si lo quieren ver así.
Pero no dejo de tener a veces ciertas dosis de ingenuidad y sabiendo que las escobas nuevas barren bien me acaba de entrar un golpe de esperanza con la llegada de Blanquita Alcalá y los otros 216 ediles (me sentí el redactor de El Sol de Puebla) a las alcaldías poblanas: ¿se animarán a limpiar Puebla? Todo indica que no, que la tendencia a seguir ensuciando la ciudad se extenderá hasta la náusea, estimulada ahora por la enorme cantidad de anuncios prohibidos en la ciudad de México y que sus dueños tienen que colocar donde puedan, y qué mejor que Puebla, donde el vacío de autoridad es tan grande y el mal gusto está tan arraigado.
Son tantos los temas pendientes en una ciudad que ha crecido a la velocidad que lo ha hecho Puebla que dudo mucho que Blanquita vaya a echarse un tirito de éstos. Más vale que nos vayamos acostumbrando a más anuncios. Digamos que no es un tema que esté en la agenda de la ciudad, como lo están la inseguridad, limpia, alumbrado, abasto de agua, baches, etc.
¿Qué habría que hacer para incluir esta legítima demanda en la agenda municipal?
¿Cómo le hacemos para que todos los municipios conurbados modifiquen sus leyes y se obliguen a retirar los anuncios y limpiar la ciudad?
Algunas personas que han leido este blog me han dicho que ahora qué más voy a hacer. Les contesto que nada. Seguiré subiendo textos y fotos, trataré de dar cuenta del horror en que se ha convertido Puebla. Pero no voy a formar ningún grupo ni pediré cita con Blanquita, ni arrugaré pantalón haciendo antesalas para entrevistarme con funcionarios. Ya lo he hecho, es aburrido y no sirve para nada pues no sé pedir sin dar y no quiero aprender.
Pero espero que alguien se prenda con la idea y lo haga. No le faltarán apoyos y ayudas.
¿Quién se anima a poner en las agendas municipales una Puebla sin anuncios?

martes, 5 de febrero de 2008

Futuro que nunca llega

Para la publicidad, el presente es insuficiente por definición. La pintura al óleo estaba pensada como un registro permanente. Uno de los placeres que el cuadro ofrecía a su dueño era la idea de que transmitía la imagen de su presente a sus descendientes. Por eso el cuadro al óleo se pintaba espontáneamente en presente de indicativo. El pintor pintaba lo que tenía ante él, fuese real o imaginario.
La imagen publicitaria, que es efímera, utiliza sólo el futuro de indicativo.
Con esto usted será deseable.
En estos contornos, todas sus amistades se sentirán felices y radiantes.
La publicidad habla en futuro de indicativo y, sin embargo, la consecución de este futuro se aplaza indefinidamente. ¿Cómo es posible entonces que la publicidad siga siendo creíble, o al menos lo bastante creíble para ejercer la influencia que ejerce?
Porque la veracidad de la publicidad no se juzga por el cumplimiento real de sus promesas sino por la correspondencia entre sus fantasías y las del espectador-comprador.
Su verdadero campo de aplicación no es la realidad sino los sueños.
John Berger, Modos de ver, Editorial Gustavo Gili, Barcelona.