Leyendo "Viaje al Japón" de Francisco Díaz Covarrubias, me encontré este parrafito, donde comenta sobre los anuncios a la vista desde el tren que lo llevaba a San Francisco, en el lejano año de 1874. Muchos años han pasado desde entonces. En Estados Unidos se dieron cuenta del pequeño favor que se hacían a ellos mismos ensuciando el paisaje con anuncios y los regularon de manera inteligente, en algunos casos drástica. En Puebla, 134 años después, los anuncios en las calles nos siguen pareciendo la cima de la "modernidad" y el "progreso". Vaya.
Mejor que hable Díaz Covarrubias:
Una de las cosas que llaman la atención del viajero en los Estados Unidos, es la multitud de anuncios que de todos tamaños, de todos los colores imaginables, y con los caracteres más variados y fantásticos se hallan escritos en cuanto lugar susceptible de recibir un rótulo. Sabido es que las fachadas de los edificios desaparecen a veces bajo los cartelones que prometen todo género de mercancías; pero lo más original es que, no sólo las barreras del camino aun en medio del desierto, están igualmente cubiertas de letreros, sino también las rocas y hasta el interior de los túneles y de los snow sheds, no obstante la profunda oscuridad que en ellos reina. El anglo-americano calcula que con la fugaz claridad pueden acaso fijarse por casualidad los distraídos ojos de un viajero en el anuncio de algún objeto que necesite, y rápida como la visión que la despierta, venirle la idea de adquirirlo en el primer lugar poblado de su tránsito.
Francisco Díaz Covarrubias, "Viaje al Japón", Ediciones de Educación y Cultura, Puebla, 2008.
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