Hhoy 20 de septiembre así no se ve la fuente.
A un carácter optimista como el mío le cuesta trabajo aceptar que las cosas no sólo pueden empeorar, sino que empeoran.
Es el caso de este fuente ahora ya totalmente oculta y de la que hablé en este espacio hace unos días; ahora luce así con la preciosa lona que acaban de ponerle.
Así ha ido sucediendo con Puebla poco a poco: un anuncio por acá, otro por allá: no importa, decimos, se ven horribles pero todo lo demás está limpio. Al paso de unos pocos años ya no es así. Los niveles de contaminación visual son escandalosos. La ciudad se ve mal, sucia, impresentable.
Es como la historia del sapo que queremos hervir: si lo echamos a la olla llena de agua hirviendo, pega un salto que lo pone fuera de la olla y de nuestro alcance; si lo ponemos en la olla con agua fría y ésta la vamos calentando poco a poco, cuando se de cuenta que lo estamos hirviendo ya no puede saltar y muere. No sé si ahogado o quemado, pero se muere.
Igual con Puebla: no sabemos si es fea porque está llena de anuncios o está llena de anuncios porque es fea. El caso es que sigue fea. Con tal que le cantemos que es chula se aguanta, al parecer, la pobre.
A un carácter optimista como el mío le cuesta trabajo aceptar que las cosas no sólo pueden empeorar, sino que empeoran.
Es el caso de este fuente ahora ya totalmente oculta y de la que hablé en este espacio hace unos días; ahora luce así con la preciosa lona que acaban de ponerle.
Así ha ido sucediendo con Puebla poco a poco: un anuncio por acá, otro por allá: no importa, decimos, se ven horribles pero todo lo demás está limpio. Al paso de unos pocos años ya no es así. Los niveles de contaminación visual son escandalosos. La ciudad se ve mal, sucia, impresentable.
Es como la historia del sapo que queremos hervir: si lo echamos a la olla llena de agua hirviendo, pega un salto que lo pone fuera de la olla y de nuestro alcance; si lo ponemos en la olla con agua fría y ésta la vamos calentando poco a poco, cuando se de cuenta que lo estamos hirviendo ya no puede saltar y muere. No sé si ahogado o quemado, pero se muere.
Igual con Puebla: no sabemos si es fea porque está llena de anuncios o está llena de anuncios porque es fea. El caso es que sigue fea. Con tal que le cantemos que es chula se aguanta, al parecer, la pobre.
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